jueves, 30 de abril de 2009

Adán y Eva

Al cobijo de trémulas hojas, de cálidos
altos y fructuosos árboles.
Tirados sobre la hierba llena de vida
los frescos, jovenes y bellos cuerpos
a la espera de la nada, con existencia dulce y salada.
Se yergue la escultural montaña
dejando a la interperie su larga cabellera dorada.
En el lizo y curvilíneo suelo
duerme tranquilo. Sin sueño, sin tiempo. Solo hombre.

Curiosa femenina felina
se acerca a un falo de frutos chapeteados
preguntándose si se sentirá avergonzado.
Toma en sus manos vida que ahora muere
y con lentitud inconciente, sin pensarlo la muerde.

Al que ahora es descanso y después trabajo
Eva le insiste que pruebe aquello que trajo
y a la primera mordida; nace el tiempo.
Los dos cuerpos finamente desnudos y pasmados.
Y cuando Eva se vió ante él expuesta
sin tener ante aquella desnudéz una respuesta
sobre el campo de lirios y rosas se desmayó
mientras que a Adán...Solo se le paró.

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